Qué libres son el miedo y sus avatares: todo lo que nos es desconocido de primera nos genera, como poco una inquietud (¿que hay ahí detrás?, ¿quién es este nuevo compañero de trabajo?, ¿que ha sido ese ruido?). Más si se trata de no reconocer las señales de algo que nos pasa en el cuerpo: los dolores.
Shopenhauer decía que todo lo que hay de desagradable y doloroso lo sentimos en seguida y que no advertimos la salud en general sino tan solo el ligero sitio donde nos hace daño el calzado.
Gracias a que tenemos la figura de los médicos que se convierten en nuestros asesores, salvadores, sanadores, enseñantes o traductores de lo que nos sucede. ¿Qué extraño eso de tener que preguntarle a un desconocido qué diablos es lo que nos está pasando?
Y digo la figura de los médicos porque en cierta manera son algo más que profesionales de la salud. Con ellos construimos un espacio de relación, en la que tiene lugar, además de la mera expresión de un síntoma o dolencia, toda una serie de fenómenos que se ponen en juego.
Para empezar, lo que caracteriza la relación médico-paciente es la mediación de un problema que precipita la búsqueda de ayuda. Bajo ese condicionante, cuando llegamos al encuentro con ellos lo hacemos sintiéndonos vulnerables, y puede que en cierta actitud regresiva porque en los momentos de enfermedad “nos volvemos un poco niños”, y lo niños tienden a generar en los demás reacciones de cuidado y protección.
Imaginemos que en esa relación el médico asume el papel de “autoridad simbólica” que le hemos concedido como “niños pasajeros” por ese trance de la enfermedad. ¿Qué puede ocurrir, o qué le puede ocurrir a un niño frente a un adulto?.
En el “mejor” de los casos, que el paciente asuma la postura de sumisión: hago caso a todo lo que mi médico me diga y sigo el tratamiento al pie de la letra; pero cabe que si alguno de los dos se excede en su papel, dentro de este peculiar reparto de roles que hipotetizamos, aparezca la actitud de rebeldía frente a la “norma” (entendida como la indicación del médico).
… continuará…
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