Cuando
Freud elaboró su teoría de la personalidad detectó que funcionamos a través de
3 instancias psíquicas que coexisten en todos nosotros: el ello, nuestro niño interno, aquel que tiene en cuenta los deseos, lo que nos
apetece hacer en cada momento, lo que llamó principio del placer. El yo,
nuestra parte más racional que llamó principio
de realidad: lo que necesitamos para funcionar desde el punto de vista más
lógico y el superyó, la parte
encargada de las normas que tenemos que seguir para actuar de forma correcta,
guardar las apariencias y parecer socialmente aceptables, que llamó principio del deber.
Pues
bien, si nos fijamos en la división de las diferentes estancias de una casa
podemos observar una correspondencia con ellas e incluso establecer un
paralelismo entre nuestra casa externa (hogar) y nuestra casa interna (mente).
Así
pues, tenemos el salón: el lugar del discurso, reflexión, la parte que
compartimos, lo que dejamos ver, en definitiva, el representante de nuestro
superyó, que suele ser la zona en la que “permitimos” que los demás entren,
nuestra carta de presentación a la sociedad.
El
baño y el dormitorio representan nuestro ello: los lugares de mayor privacidad,
donde no dejamos que entre cualquiera, donde se refleja nuestro lado más
íntimo, donde nos desnudamos en sentido literal y metafórico.
Desde
luego no es lo primero que encontramos al entrar en una casa (ni al conocer a
una persona) y son las únicas instancias que aparecen duplicadas distinguiendo
el de las visitas (cuarto de invitados) y el reservado a su dueño de forma
privada.
Y
por último, la cocina en representación del yo, esto es, nuestro principio de
realidad que sería la parte sensata encargada de la supervivencia al nivel más
básico (el alimento), responsable del placer consentido.
Observen
pequeños detalles y quizá encuentren el sentido de la explicación. Por ejemplo,
cuando entran en una casa y las diferentes instancias son accesibles pero el
dormitorio principal tiene la puerta cerrada, como si pusiera una advertencia
de PROHIBIDO PASAR, ZONA RESTRINGIDA. Podría intuirse que solo nos dejan
acceder a una parte de su mundo interno, la que tienen suficientemente maquillada
para su exposición y el resto quedara oculta.
Pudiera
ser el caso de los que mantienen ordenado todo lo visible desde una mirada
superficial (atención a la simbología) pero lo profundo (lo que está al otro
lado de la puerta o dentro del cajón) fuera un caos.
O
por el contrario, aquellos que permiten que cualquiera entre en su casa (de
nuevo atendiendo a la simbología subyacente) de forma desprendida, libre, con
independencia de lo que puedan encontrarse, sin tratar de esconder nada sino
permitiendo que los demás vean y valoren por ellos mismos.
Psicólogos
Cáceres. Aurora Gardeta. Terapia online y presencial.
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