Desde el momento
en el que se estableció que para frenar el contagio del coronavirus teníamos
que estar sin salir de casa, muchos son los que se han preguntado qué extraña
razón ha llevado a la población a comprar de manera desenfrenada papel higiénico.
Mascarillas, guantes, paracetamol, gel limpiador, desinfectantes, parece lógico,
pero ¿papel higiénico?
De manera jocosa
hay quien elucubra que las consecuencias del covid no son solo físicas y que debe afectar al funcionamiento del cerebro
porque parecía que la gente se estaba volviendo loca. Los hay que han aprovechado
para lanzar juegos de entretenimiento donde las riquezas no son monedas sino
rollos.
Y desde luego tal
enigma nos ha sorprendido a todos pero ¿hay alguna lógica detrás de este
aparente sinsentido? Los psicólogos no
hemos tardado en pronunciarnos frente a tal evento y aunque son varias las
elucubraciones os contamos 3 de ellas, que con probabilidad no son excluyentes
sino complementarias:
1) Efecto
Pigmailión, es decir, la tendencia del ser humano a imitar a nuestros semejantes.
Primero porque nos sirven de referencia en situaciones de incertidumbre donde
no sabemos cómo actuar: si todos hacen algo es que debe estar bien hecho. Solo
tenemos que pensar en las tan conocidas reacciones de histeria colectiva:
si vemos un grupo de gente corriendo, no preguntamos, corremos aunque no
sepamos la razón. Segundo porque nos da sentido de pertenencia al grupo cuando
compartimos intereses comunes: política, aficciones, religión y en este caso:
torres de papel higiénico. Y tercero: porque avanzamos imitando, esto es, lo
que se ha llamado aprendizaje vicario. Cuando llegamos al mundo todas
las habilidades que adquirimos (andar, comer, hablar) las desarrollamos
observando a nuestros referentes y esa impronta nos acompaña desde el principio
de nuestros días.
2) La
llamada visual: gran parte de la información que recibimos la procesamos
por nuestro sentido de la vista que orienta nuestras preferencias, necesidades
y gustos. Basta con atender a cualquier anuncio publicitario donde la
presentación visual del producto es donde se juega gran parte del éxito de la
venta. Y lo que ocurre con el papel higiénico es que es de los productos con
más tamaño del supermercado. Si falta arroz en un estante puede pasar
desapercibido, pero si no queda papel, tardamos poco en darnos cuenta. Y pensar
que nos podemos quedar sin algo, nos haga falta o no, dispara nuestro deseo de
tenerlo.
3) Alude
a lo más primitivo de nuestro confort. Nadie quiere ver afectada su
calidad de vida y mucho menos su dignidad. Y el uso que le damos al
papel va directo a la parte más íntima, tanto en lo simbólico como en lo
literal. Hay productos más fácilmente sustituibles con los que no aparece el
sentimiento de carencia de la misma forma: si nos falta pasta compramos fideos,
si no hay naranjas compramos manzanas, a falta de magdalenas, buenas son las
rosquillas.
Hasta ahora nadie
había reparado en el valor de tan insignificante elemento en nuestras vidas, que
ha pasado a convertirse en el producto estrella del encierro. Y es que el
confinamiento está moviendo los pilares fundamentales de referencia, siempre en
constante revisión, sobre los que seguiremos reflexionando.
Psicólogos en
Cáceres. Terapia online. Tratamiento para la gestión emocional del coronavirus
y sus consecuencias. Teléfono 685202142
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