viernes, 20 de septiembre de 2013

Internet@ todounsueño.com

Otra manera de comenzar es partiendo del final: impregnada por el olor a café recién hecho, sin prisas ni expectativas y con un periódico entre las manos, empecé por leer la última de sus páginas.
Allí estaba, una buena razón para escribir: la historia de una adolescente que chateaba con un hombre de 50 haciéndose pasar por una mujer de 42.

¡Que fascinante es el mundo cibernético que nos permite dar rienda suelta a la imaginación e incluso vivir una parcela de nuestra vida paralela a los límites de lo real!. Es lo más parecido al mundo onírico: puede o no tener sentido, pero todo vale. 

Con la cantidad de esfuerzos que hacemos en nuestro día a día por encontrar un equilibrio entre lo que queremos y lo que podemos, entre lo que tenemos y lo que nos falta.

Como por arte de magia (o de clic) vivimos una regresión a la infancia donde creíamos en el cuento del castillo de hadas: que nadie se resigne, escriba su propia historia y podrá  huir con facilidad de todo lo que le hace sufrir porque en Internet todo está a nuestro alcance.

Al igual que sucede con nuestros sueños, en esa ventana al mundo que nos ofrecen las nuevas tecnologías encontramos un deshago y casi una rebelión a nuestra suerte: me puedo cambiar el nombre, la edad, la altura, la profesión y hasta el color de piel. Puedo ser todo lo que no soy, puedo ser todo lo que quiera ser, sin renuncias.

En Internet no existe el tiempo, así que tampoco los impacientes. No existe la vergüenza, así que tampoco los ruborizados. En Internet no hay despedidas, así que tampoco los duelos. El Internet no existe la soledad, siempre hay alguien al otro lado. No existe la distancia así que tampoco la añoranza. No existe la evidencia sino la invención.

Así desaparecen las diferencias individuales y encontramos un sustituto global para cada supuesto: si me río suena jajaja; si me siento triste: emoticono que llora;  si te quiero te envío un corazón, si prefiero esconderme, apago la cámara, si no me caes bien, no pierdo tiempo en explicarme: rechazar contacto y asunto arreglado.

Y esa sensación de omnipotencia, a diferencia de los sueños que acaban al amanecer, nos convierte en soñadores virtuales estando despiertos. Basta con pasar los dedos por encima de las teclas para que, como pasa con los sueños, podamos inventar y experimentar. Lástima que  no podamos sentir, tocar ni oler a café.

Como en aquel artículo de la adolescente, grata fuente de inspiración en papel elaborado a partir de pulpa de celulosa, al que quizás le agregaron polipropileno o polietileno (que hoy aprendí gracias a wikipedia), donde lo más importante no siempre se encuentra al principio, aquí lo dejo para el final: me quedo con ganas de  estrecharle la mano al maestro que todo lo enseña: ¿alguien sabe donde puedo encontrar a google?