¿Llora con facilidad? ¿le cuesta
tomar decisiones? ¿le preocupan los problemas de los demás? ¿prefiere las actividades solitarias? ¿Cuando
se equivoca su decepción es mayor que la de otras personas? ¿le incomodan los ambientes
ruidosos y caóticos? ¿se extremece viendo películas violentas? Pues bien, según los estudios de Elaine Aron,
una de cada cinco personas cumple estos y otros criterios considerados
características de las “personas
altamente sensibles”
Dentro de este perfil, nos
encontramos con amantes de la reflexión. Personas que procesan situaciones y
experiencias a un nivel más profundo que la mayoría, siendo la observación y la
intuición parte de sus numerosas virtudes.
Si tienen un amigo así, no se
molesten en disimular un amor secreto dentro del grupo: será rápido
percatándose de las miradas cómplices o de cualquier tipo de cambio en la
apariencia, vestimenta o comportamiento de los enamorados.
Elevan a la categoría de lo
importante hasta el más arbitrario de los comentarios, desplegando una
emocionalidad a flor de piel no ausente de réplica entre sus allegados: ¡qué
sensible eres! ¡no te lo tomes tan a pecho!.
Sin embargo, no se trata de una exaltación egocéntrica de la
subjetividad. Tan destacables son ellos y sus sentimientos como los otros y sus
vidas, ocupando también lo ajeno el epicentro de su sensibilidad.
Si un ser querido tiene un
problema, serán los primeros en preocuparse. Y tal cualidad empática se
extiende hasta lo ficticio: las películas violentas o de miedo no están en su
lista de favoritos.
Valoran la privacidad y la calma
sintiendo más fatiga que el resto en ambientes ruidosos y caóticos que le
sobreestimulan. Así que si comparten un viaje de coche con ellos, procuren
adecuar el volumen de la música o su sistema de activación interno se verá
disparado cual alarma frente a un robo.
Indecisos por naturaleza,
invierten grandes cantidades de tiempo en sopesar las consecuencias de sus
elecciones, aunque se trate de decidir el sabor de la mermelada.
Cuidadosos en sus modales, rinden
tributo a la buena educación, siendo su talón de Aquiles la temida crítica
y hándicap del error, que tratan de
compensar buscando agradar a los demás y pensando muy bien aquello que hacen o
dicen.
Si alguna vez estuvo en su casa,
es poco probable que le llame al día siguiente porque olvidó alguna de sus
pertenencias allí: generar molestias no entra en sus planes.
Y si algo de esto no le dejó
indiferente, le resulta entrañable o incluso se emocionó, no olvide que el
don de la sensibilidad tal y como lo bautizó su pionera descubridora,
está solo al alcance de unos pocos.