lunes, 9 de noviembre de 2015

EL SÍNDROME DE FORTUNATA: EN BUSCA DE HOMBRES CASADOS

“EL SINDROME DE FORTUNATA”, mujeres que se involucran afectivamente con hombre casados estableciendo relaciones de dependencia con ellos.



Seguramente hayan conocido (o experimentado en sus propias carnes) a alguien cuyo deseo se encamina a  poseer aquello que de primeras no le pertenece o se presenta inalcanzable. Haciendo un escrutinio aleatorio a nuestro alrededor, ¿cúantas veces no hemos deseado el trabajo, una habilidad, el físico o algún que otro bien material de nuestros allegados?
En el argot callejero incluso se ha patentado con la amable expresión de  “envidia sana” para referirse a tal dinámica. Pero, ¿y si ese fenómeno se inserta en lo prohibido y comienza la búsqueda por conseguirlo? Y si el deseo se dirije, en concreto y por ir afinando el enigma, hacia la entrega de una pareja que…EUREKA! SORPRESA! CASUALIDAD! ya tiene pareja?
Todo tiene una explicación psicológica y en este caso viene con nombre y apellidos:  “EL SINDROME DE FORTUNATA”, mujeres que se involucran afectivamente con hombre casados estableciendo relaciones de dependencia con ellos.
Y decimos mujeres no porque el fenómeno nos sea exclusivo,  sino por respetar la elocuencia del astuto autor que acuña el término (Barraca Mairal) inspirado en la obra de Galdós.
Sin embargo, no creemos justo reservar tal genialidad a la figura del sexo femenino e intentaremos plantear nuestra propia visión personal extrapolable para las relaciones humanas en general.
La primera pregunta que nos surge es ¿por qué pareja emparajeda? ¿acaso tiene el deseo hacia un hombre o una mujer alguna característica peculiar en el caso de las personas con pareja?  
Nada que sea de sorprender puesto que el esquema que subyace al deseo se nutre de aquello que no poseemos, que no es nuestro, y que es el primero de los preceptos que se cumplen en el síndrome de Fortunata. Partiendo de este punto, vamos directos al siguiente: si en el plano de lo real no es mio sino de otra, cualquier aspiración de compromiso tiene que pasar por el filtro de la fantasía.
La imaginación funciona en este caso como agente encargado de potenciar los sentidos, sensaciones y expectativas que con mucha seguridad quedan lejos de todo pronóstico objetivo. Suspirar por una relación que anhelamos y no podemos tener supone recrear a nuestro antojo la imagen de un idilio propio del cuento con  príncipes, princesas y castillo.
Otro elemento más controvertido pero no por ello desechable:  aquello que nos hace bien nos satisface a parte iguales respecto de aquello que nos hace mal. ¿Quién no ha disfrutado moviendo la lengua por esa herida abierta que nos salió en la boca? Nos duele, si, pero también encontramos cierto goce en ello. Hay algo de lo masoquista que se mueve en las relaciones imposibles, donde la intensidad del amor se mide por la intensidad del sufrimiento por la persona amada que comparte su lecho con otro/a compañero/a.
Y qué decir de la prolongación en el tiempo de ese amor, ¿cómo dura tanto a pesar de los inconvenientes? ¿o deberíamos decir…alicientes? Quizás precisamente la no-disponibilidad del objeto de amor que otro hombre/mujer posee es la clave para convertirlo  en “deseable” y el propio hecho de tenerlo haría perder parte de su atractivo.

Y para terminar, el monstruo de la rivalidad que la mujer o el marido “DE” mantiene despierto y que culmina la triangulación como las gindas al pastel: primero, reforzando el interés  por la persona amada porque nuestro objeto de deseo es también el de otro, y segundo, avivando la necesidad inherente a todo ser humano de sentirnos ganadores,  incluso por encima del valor del premio a conseguir: lo importante aquí: ganar la partida aunque nos juguemos caramelos de limón.