La
primera reacción que solemos tener frente a un momento de angustia para tratar
de calmarnos, tanto si la estamos sufriendo nosotros como si le sucede a otra
persona es decir/nos: tranquilo.
Pues
bien, lejos de lo que podría parecer, tratar de serenarnos en vez de acercarnos
a nuestro objetivo, nos distancia de él. Así cuando decimos ese tranquilo
lo que en realidad conseguimos es ponernos más nerviosos.
Pensemos
en otro ejemplo para verlo más claro. Seguro que alguna vez has estado en una
situación en la que reírte sería inapropiado. Y sin embargo te entran ganas de
reír. Cuanto más te dices a ti mismo: no te rías, ¿qué sucede? Que las risa se
dispara.
Y la
razón es sencilla aunque pueda parecer enrevesada. Es lo que en psicología
llamamos: intención paradójica, esto es, generamos el efecto contrario del que
tratamos de provocar. De manera que si queremos dormir y nos decimos, venga
duérmete, seguramente nos espabilamos, o si pretendemos no ponernos rojos,
automáticamente nos suben los colores, y si lo que buscamos es tranquilizarnos,
nos inquietamos más.
La
fórmula correcta para gestionar ese momento de ansiedad sería decirnos: no pasa
nada por estar nervioso. Aunque me resulte incómodo, ya pasará. Y es
efectivamente lo que sucede. Las reacciones emocionales funcionan como una
campana de gauss: suben de intensidad, llegan a un punto álgido donde se
mantienen y (aquí está la clave) HAGAMOS O NO HAGAMOS NADA, ellas solas
desaparecen.
De manera
que lo único que tenemos que hacer no hacer nada, esto es, permitirnos que
estén para que se vayan, sin tratar de luchar contra ellas porque sino todo lo
que conseguiremos es intensificarlas más.
Tratamiento
de la ansiedad. Psicólogos en Cáceres. Terapia online. Dra Aurora Gardeta.
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