Mucha
gente padece el “síndrome de complacencia”, esto es, la dificultad para
decir que no cuando alguien les pide un favor. Y no importa cuán descabellado
sea este, que con tal de no pasar por el mal trago de pronunciar la negativa,
son capaces de levantarse de la cama en mitad de la noche para realizar
cualquier tarea por insignificante que sea.
Y es
posible que la persona que lo sufra tenga plena
conciencia del problema y sepa que tanto los favores que le piden son
excesivos como lo son sus esfuerzos por los demás, pero a pesar de ello se ven
incapaces de expresar su disconformidad aunque esté sobradamente justificada.
En otras
ocasiones es más sutil y para mantener cierta coherencia entre su
comportamiento y su pensamiento, se justifican así mismos quitándole
importancia o señalando al amor como responsable: “si a mí no me cuesta
tanto, es que si lo puedo hacer por qué voy a decir que no, cuando quieres a
una persona hay que sacrificarse”, … pero en realidad lo que hay debajo es
el miedo a decir que no.
Sabemos
que el desgaste que supone mantener esa complacencia cuando es excesiva es
razón más que suficiente para replantearse entrenar la comunicación asertiva.
Y para ello no es necesario irse a un extremo de desconsideración hacia los
demás, ni mucho menos. Pero si de poder comunicar nuestras preferencias de la
mejor forma posible para evitar que los demás se sientan molestos.
Antes de
ver los pasos de cómo manejar esa comunicación, ponte en la situación
contraria: imagina que le pides a un amigo que te acompañe a elegir algo que es
importante para ti y éste te contesta: No, hoy no puedo. ¿Cómo te
sentirías? Ahora la misma situación pero con esta otra respuesta:
Me
encantaría acompañarte, pero prefiero no ir porque llevo
una semana muy cansado y necesito quedarme en casa. Si
no te importa buscamos otro día para vernos y voy donde quieras. Espero que
no te moleste.
¿Crees que te sentirías igual que con la respuesta anterior? Seguramente el
“perjuicio” objetivo de no poder ir con él es el mismo en ambas, pero la
sensación subjetiva de la respuesta cambia.
Y es que
en esa frase se concentran todas las claves de la comunicación asertiva, de
cómo podemos decir que no tratando de incomodar lo mínimo posible, siguiendo
estos sencillos pasos:
1)
Valoración de la otra persona: cuando
le transmitimos que nos gustaría ayudarle (me encantararía poder ayudarte
pero…)
2)
Justificación: le damos una explicación razonable del
por qué no lo hacemos. Siempre hay una razón y es importante que la otra
persona lo sepa (porque llevo una semana muy cansado y necesito quedarme en
casa)
3)
Buscamos una alternativa: quizás no para ayudarle/acompañarle en
este momento pero sí en otro que nos venga bien a ambos. (Si no te importa
buscamos otro día para vernos y voy donde quieras)
4)
Transmito mi deseo de mantener el vínculo: al
decirle, espero que no te moleste le estoy diciendo: me importas, no
quiero herirte con mi no, que es precisamente lo que sucede: no queremos hacer
daño, solo queremos legitimar nuestro deseo.
Psicólogos
en Cáceres. Dra. Aurora Gardeta. Tratamiento en habilidades sociales y
comunicación.
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